Modulo 2. “Al Rescate de Nuestras Tradiciones Culturales”
El departamento de Santander posee una rica variedad de platos entre los cuales se destacan: el mute, las hormigas culonas, la sopa de fríjol negro, la pepitoria, el bocadillo veleño, la arepa santandereana. Sin embargo, esta variedad se puede perder debido a factores internos y externos que han hecho que muchas de las tradiciones culturales, no solo de esta región, estén siendo amenazadas por un desarraigo al que hacer popular y a la herencia ancestral.
Propósito: El módulo está diseñado para que usted encuentre un espacio de reflexión en torno al rescate de las tradiciones culturales en lo que se refiere al folclor material representado por la bromatología santandereana.
Actividad
Tomando como referencia la lectura "La Cocinanza Comedida Gastronomía Santandereana” participe en el foro “El Rescate de Nuestras Tradiciones Culturales” respondiendo los siguientes cuestionamientos:
1. ¿Cuáles son los factores que están contribuyendo a que se pierda las tradiciones culturales gastronómicas en Santander?
2. ¿Cuáles podrían ser las posibles soluciones para evitar que desaparezca la tradicional comida santandereana?
Anexo
"Y se perdió la costumbre de la mesa de la casa. Era comida demasiado plebeya como para estimularla, y en su lugar está el malecón de San Juan de Girón, sin quien la ronde. Su sitio está en los restaurantes “típicos”, donde se la toma tal como la sirven.
Hubo no una sola sino varias generaciones de mujeres que no fueron hechas para la cocina. No traspasaban los oscuros y ahumados recintos más allá del comedor; sus madres las animaban a mantenerse alejadas porque su futuro estaba en los estudios y además “sin aprender a cocinar aprendían a comer lo que les sirvieran”. Muy fácil les resultaba infundir terror, Pavor a semejante labor tan indigna de una dama en espera de ser desposada con cualquiera de los descendientes de otros tantos europeos asentados en la región. ¿Para qué volver al Chivo y a la horrenda pepitoria? ¿A la plebeya sopa de ruyas y a la ordinaria sopa de arroz?
Es así como la comida de Santander sufre de abandono total. “Es que esa comida es para ir a comerla en restaurantes” decía otra. El problema es aún más grave de lo que parece. En un principio con el fenómeno del progreso galopante en Santander, la mujer reclama otros espacios diferentes, quiere ser industrial, quiere ser empresaria, educadora, profesional en cualquier campo y la casa no es para ella. Son más de tres generaciones pendientes del mismo reclamo. El fogón se abandona, poco a poco comen más de “la calle”, prosperan los lugares de comida, los mal llamados restaurantes, y finalmente terminan saliendo en masa y en familia en búsqueda de los hitos de la nostalgia. Como ellos, los platos, también con el tiempo, van sufriendo, si no mejorasen su esencia, transformaciones adaptadas a las circunstancias. El gusto se adapta a lo que ofrecen como sus comidas tradicionales. Mientras lleven el mote de tradicionales vale, pues alimenta su hambre de tradición y con ello basta.
Arriba venía diciendo que a medida que conocía la cocina santandereana exigía más, y cuánto más exigía tanto más me decepcionaba, pues en el momento de indagar por los platillos, antojos y delicias no lograba encontrar las imaginadas. Se me repetían las consabidas respuestas “Eso ya no lo hacen”, “la señora que hacía eso ya se murió”, “Hoy día nadie se pone en eso, porque la gente… trabaja”. Como si el oficio de cocinar y vivir de ello no fuese trabajo. La contestación a otras preguntas mías como” ¿Y a sus hijos, a sus hijas no les gustó la concina, no guardaron la receta, no heredaron el amor por ello?” era: “Ninguno quiso aprender”; por la modernidad ya la gente come otras cosas”; “Ya la gente no quiere comprar eso porque sale caro y no pagan “.
Las pocas decenas de vestigios de platos o antojos de la comida regional son pobres, mal reproducidos, medio hechos, elaborados de mala gana, despojados de su gracia, y la respuestas que dan a ante mi asombro por semejante pobreza es:” El santandereano no quiere pagar lo que vale, sale muy caro hacerlo bien” “Es que hoy día no vale la pena Hacerlo”; “Es que es muy elaborado”; “ El santandereano lo que quiere es cantidad y no repara en la calidad”. Eso dicen, eso me responden a menudo. O es pereza mental, creatividad apática: “Eso es así”, “eso viene así”, siendo que hay tiempo de sobra para el gusto de mejorar.
Santander es un departamento que día a día finca su futuro económico en el desarrollo turístico, y es urgente que sus dirigentes, sus comerciantes e industriales se anticipen a comprender que lo más importante para un viajero es la comida, que todos los viajeros merecen atención; no importa si viajan a pie, en auto propio, en autobús, en tractomula, en jet privado o en avión. Y ya que se presenta una oportunidad de acoger al peregrino (de peregrinaje; de moverse de un sitio a otro), es obligatorio que esa atención sea deliciosa, memorable, respetuosa y que invite a volver y a hablar de ella, de esa eterna recordación. Las autoridades en cuyas manos reposa la responsabilidad de hacer crecer esta industria “sin chimeneas” (Y que sí las debe tener bien puestas), debe afinar también sus hábitos y costumbres en el comer, para poder exigir calidad en el producto que ofrece". (Estrella, 2002).
Evaluación: 20 puntos.
Competencia e Indicadores de Evaluación
Cognitivas: Asume una posición crítica frente a la perdida de las tradiciones culturales
Comunicativas: Expone su punto de vista con claridad y objetividad , teniendo en cuenta la información proporcionada.
Actitudinales: Organiza su tiempo entregando los productos en las fechas señaladas.
Colabora y trabaja en grupo valorando la opinión de otros y recibiendo de forma critica su retroalimentación.
Grado de Cumplimiento
A. El estudiante supera los alcances formulados
B. El estudiante presenta alcances significativos en su proceso
C. El estudiante muestra un nivel bajo en la consecución de los objetivos
D. El estudiante no evidencia los indicadores de competencia.
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